Lo que las mujeres le debemos al feminismo

Edición por Katiuska Chen Zou

Hace algunos días me pidieron un artículo corto, no más de una página que explicara de forma simple ¿Qué es el feminismo?

Lo primero que vino a mi mente fue lo retadora que era esa solicitud; tres siglos de lucha de las mujeres en una página a punto 12 y espacio y medio me parecía imposible, por no decir que la idea misma es reduccionista.

Entregar el artículo no era opcional, se trataba de una asignación académica que en ese momento me hizo un nudo en la cabeza. Tampoco tenía mucho tiempo para elaborar el artículo, pero recordé algunas amigas que decían, que el feminismo es complicado, que las feministas somos complicadas. Otras dicen estar de acuerdo con que necesitamos más derechos, pero no por eso son feministas o la mejor de todas “el feminismo no es necesario, porque las mujeres no somos discriminadas”.

Con el nudo que me generó esa simple pregunta, me di cuenta que la mayoría de las veces para hablar del feminismo nos ubicamos en la superioridad que nos da el conocimiento, en vez de explicar de manera simple que el feminismo nos ayuda a identificar y explicar las distintas formas de opresión y discriminación que sufrimos las mujeres, dándonos algunas pistas y herramientas para enfrentarlas.

Mucho se debate en el mundo sobre el feminismo, acuñándole las desgracias de la sociedad occidental, la desintegración familiar porque las mujeres decidieron tener una vida fuera del hogar y, en el mejor de los casos, se le reconocen algunas de las gracias que han permitido el avance de la condición social de las mujeres.

Un poco de historia feminista para principiantes

Durante los siglos XVII, XVIII y IX las mujeres comenzaron a manifestarse en desacuerdo con la poca participación que tenían en los asuntos públicos, políticos y la propia autonomía sobre sus vidas. Este comportamiento socialmente inadecuado, subversivo e irritante, logró dejar en evidencia que las mujeres a nivel privado, ni siquiera eran consideradas personas o ciudadanas. Hasta ese momento eran simplemente cuerpos tutelados por hombres, cuerpos sexuados intercambiados por tierras, títulos o alianzas políticas. Aunque las voces de esas mujeres fueron escuchadas, el costo que pagaron fue la cárcel, el destierro o la muerte.

Durante el siglo XX después de mucho análisis, encuentros, desencuentros y auto reflexiones el feminismo se transformó en FEMINISMOS, dejó de ser un movimiento homogéneoestandarizado a la medida de un grupo específico de mujeres que pertenecían a una clase económica alta, educada y blanca. Poco a poco, se fueron sumando más mujeres que fueron reconociendo otras realidades que las representaban, por ejemplo, que además de ser mujeres, también eran negras, indígenas, lesbianas, pobres y mujeres trans, realidades que no estaban incluidas en el discurso de las feministas hasta ese momento.  

Estas reflexiones planteaban distintos lugares, otros reclamos y posturas que rompen con aquello que se supone definía a la mujer; es así como se asume que no existe un solo tipo de mujer, ni un solo tipo de feminismo, aquí comienza a sumarse algo que se llama interseccionalidad.  

Es a mediados del siglo XX que se dan los debates filosóficos, políticos y epistemológicos dentro del movimiento feminista; así comienza el proceso de parimiento de los nuevos feminismos.

 

Todos estos momentos históricos para los feminismos se les conoce como las olas del feminismo y en este momento se habla de una cuarta ola, que se caracteriza por una gran movilización de mujeres jóvenes y hombres que se llaman aliados, aunque esto último es tema de debate entre los distintos movimientos.

¿SOMOS PROBLEMÁTICAS Y PELEONAS? SÍ, LO SOMOS.

En el feminismo las victorias se obtienen luchando, igual que cualquier otro grupo oprimido. Las mujeres hemos ganado nuestro lugar en la sociedad a pulso; el derecho a tener cédula, el derecho a estudiar, el derecho a ejercer nuestras profesiones, el derecho a manejar nuestro propio dinero o criar a nuestros hijos; todos estos derechos se los debemos a mujeres que fueron llamadas problemáticas, locas o frustradas.

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Hasta ahora en la historia, los blancos no querían liberar a los esclavos, los nazis no querían liberar a los judíos, los colonos no querían liberar a los indígenas y lo mejor es que los hombres no querían liberar a las mujeres. Nadie quiere perder sus privilegios y nos gusta que alguien nos “atienda”, que nos sirvan.

Hoy es el siglo XXI, aunque muchas mujeres, tenemos una gran cantidad de derechos, aún falta un gran trecho por recorrer, porque, aunque se diga que ya ganamos la lucha, aún no podemos opinar sobre nuestros cuerpos, seguimos ganando 36% menos que los hombres, porque debemos trabajar en la calle y en la casa, porque los hombres solo ayudan y no asumen; porque nos siguen golpeando, matando y nadie hace nada.

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Hasta ahora, cada derecho exigido es un derecho que se tuvo que luchar incluso hasta perder la vida, si fuera tan fácil como pedir “por favor” que se nos respete, tendríamos las mismas condiciones sociales y civiles que los hombres. Exigir lo que nos corresponde siempre nos ha ubicado en un lugar oscuro como locas, histéricas y problemáticas, esto se debe a que el machismo no entiende que también somos personas y somos más que cuerpos dispuestos para el sexo, la maternidad y el cuidado.

EDUCAR ES LA CLAVE, PERO LA EDUCACIÓN POR SÍ SOLA NO LLEGA A NADIE.

El subtítulo que iba a colocar aquí era “la educación es la clave”, pero en las últimas semanas he vivido situaciones que me recuerdan lo importante que son las palabras, lo importante que es asignar un responsable a las tareas.

Decir que la educación es la clave me hace referencia a una cosa lejana, abstracta, la educación como un paraguas, pero ¿Quién educa?, ¿Quién hace posible que la educación llegue a la gente?

Como inicié el texto, muchas veces las feministas nos ubicamos y hablamos desde lo que ya sabemos y esperamos que la gente también lo sepa como por arte de magia. El desdén y la discriminación también anida en nuestros mundos, podemos ser machistas, clasistas y opresoras porque fue la forma en la que nos criaron, porque la sociedad es así; no venimos de otro planeta, no nacimos feministas.

Fue mi deseo de aprender y mis inconformidades las que me llevaron al feminismo y a asumirme como tal; fueron mis maestras, hermanas y amigas las que me orientaron; ahora me toca a mí educar y apoyar a las nuevas generaciones para que sepan que todos los derechos de los gozan se deben a mujeres que se denominaban feministas, mujeres que para que nosotras estemos aquí, perdieron sus familias, su libertad, sus lenguas y hasta sus cabezas.

Por esto, es tan importante que asumamos la responsabilidad de educar desde nuestros saberes y no condenar desde nuestra arrogancia. Es nuestra responsabilidad educar a las mujeres jóvenes, educar a las que no saben, a las privilegiadas y a las que creen que no están oprimidas. Tenemos la obligación ética de enseñar la historia de nuestras ancestras y cómo hemos logrado llegar hasta donde estamos.

También nos toca educar a los hombres, que sepan que, aunque no apoyen el movimiento al menos que no estorben. Es que quien adquiere conocimiento tiene la responsabilidad de compartirlo, si fuera que todo el mundo quisiera aprender, el mundo sería otro.

Un poco de historia y de mi opinión, en lenguaje sencillo y claro. Una nota para quienes tengan interés o al menos curiosidad. Como feministas nos toca aprender a enseñar, esta es la única manera de sumar y avanzar.

3 comentarios.

  • Nazly Diaz
    13/08/2021 22:16

    Me encantó este artículo, gracias por compartir la historia y presente, de todo lo que envuelve esta grandiosa palabra “Feminismo”

  • Nixa Delgado, UNAMUP
    14/08/2021 13:05

    Excelente Samirah. Tenemos una gran responsabilidad en seguir educando y llegar a los diferentes grupos de mujeres, según sus características en un lenguaje y forma que siga abriendo camino.

  • […] algo que me viene dando vueltas en la cabeza y como una mujer y madre feminista, con un hijo bajo mi responsabilidad y cuidado, lo debo hablar… problematizar, como le dicen mis […]

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