Con amor,
Amanda L. Amorim
El término bisexual llegó tarde a mi vida, bueno no tan tarde, pero si me costó reconocerme desde allí. Soy una persona no binaria, asignada como mujer al nacer. Desde la adolescencia siempre salí con hombres, y siempre estuvo bien, era lo esperado. Hasta que me enamoré de una chica a mis 14 años. Y entonces el mundo comenzó a dar vueltas.
En Chiriquí, donde crecí, solo tenía dos posibilidades: ser hetero o ser lesbiana. Y cuando la gente descubrió que me gustaba una chica, de repente era la lesbiana del grupo, sin más. Nunca lo entendí, ¿por qué si me gustan los hombres, resulta que soy lesbiana?
“¿Será que esto que siento es diferente, y realmente no me gustan los hombres? Todo era confusión.”
Y esa confusión me siguió hasta los 19 años, e incluso quizá hasta los 23. Salía solo con hombres, las mujeres me daban temor, pero era imposible negar mi atracción hacía ellas. A los 20 años leyendo en internet llegué a la conclusión de que seguramente lo que mejor me definía era la bisexualidad. Y lo abracé, tenía al fin esa parte de mi identidad descubierta.
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Pero como la vida no es color rosa, al nombrarme bisexual llegaron otros problemas. Para otras personas cuando escuchan bisexual realmente lo que escuchan es “promiscuo”, “indecisa” e “inmadurez”. Y es una pena reconocer, que cada vez que le digo a alguien que soy bisexual tengo temor de que lo primero que piense es “uh, podemos hacer un trío”.
La gente cree que los bisexuales pasamos por desapercibidos por la vida, como si la discriminación no atravesase nuestros cuerpos también. Pero la verdad es que nos enfrentamos a diversos estigmas todo el tiempo. Si hoy salgo con un hombre no soy lo bisexual suficiente. Pero si salgo con una mujer tampoco, seguro tengo “miedo” de reconocerme homosexual.
Yo no sé los demás bisexuales del mundo, pero yo estoy cansade de que invaliden mi bisexualidad. Mi identidad y mi orientación sexual solo me conciernen a mí. Estoy cansade de no ser lo suficientemente “gay” o “cuir”. Arrastramos todo el tiempo estereotipos con nosotres que olvidamos realmente ser quienes queremos ser. De ser libres.
Al final, lo que sí aprendí en estos últimos años, y es lo único de lo que tengo seguridad, es que todo cambia. La vida en sí misma es así, todo esta constantemente fluyendo y modificándose. Nuestra orientación sexual tampoco es estática. Nuestros gustos no son para siempre. Y por eso es importante despojarnos de esas expectativas que nos pesan de otros, para poder mirar hacía adentro, abrazar quienes somos y honrar nuestra existencia.
Hoy me reconozco desde la no binariedad, tengo 24 años y soy bisexual. Pero no siempre me enuncié así, y está bien. Ya antes fui “lesbiana”, “hetero”, “mujer”, pero poco a poco me he ido mirando, me he encontrado, reconocido y aceptado.
Gracias queride lectore, por leer mi historia. No es fácil este camino de reconocernos y abrazar nuestras disidencias. Pero te cuento un secreto más, encontrar amistades que también son disidentes hace gran cambio.
Mi mejor amigue es agénero, y nunca habría podido cuestionar mi identidad si no hubiese sido por elle. Dos de mis mejores amigas son bisexuales, y son mi inspiración para abrazar mi orientación y saber que soy suficiente. Y mis otras dos mejores amigas son lesbianas, me validan con amor y son mi guía cuando tengo temor.
Mis querides bisexuales, ustedes son suficiente. Busquen su grupito cuir, y sean ustedes mismes, no le debemos explicaciones a nadie, solo nos debemos felicidad a nosotres mismes.
¡Que nuestra bisexualidad sea reconocida y visible todos los días, existimos y resistimos!